¿Qué es la empatía?
La empatía
es la capacidad para ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o
incluso lo que puede estar pensando.
Las personas
con una mayor capacidad de empatía son las que mejor saben "leer" a
los demás. Son capaces de captar una gran cantidad de información sobre la otra
persona a partir de su lenguaje no verbal, sus palabras, el tono de su voz, su
postura, su expresión facial, etc. Y en base a esa información, pueden saber lo
que está pasando dentro de ellas, lo que están sintiendo. Además, dado que los
sentimientos y emociones son a menudo un reflejo del pensamiento, son capaces
de deducir también lo que esa persona puede estar pensando.
La empatía
requiere, por tanto, prestar atención a la otra persona, aunque es un proceso que
se realiza en su mayor parte de manera inconsciente.
Requiere también ser consciente de que los demás pueden sentir y pensar de
modos similares a los nuestros, pero también diferentes. Tal vez a ti no te
moleste un determinado comentario o broma, pero a otra persona sí puede
molestarle. La persona empática es capaz de darse cuenta de que dicho
comentario te ha molestado incluso aunque ella sienta de otra manera.
La empatía
está relacionada con la compasión,
porque es necesario cierto grado de empatía para poder sentir compasión por los
demás. La empatía te permite sentir su dolor y su sufrimiento y, por tanto,
llegar a compadecerte de alguien que sufre y desear prestarle tu ayuda.
Cómo ser más
empático
Una persona
puede aumentar su capacidad de empatía observando con más detalle a los demás
mientras habla con ellos, prestándoles toda su atención
y observando todos los mensajes que esa persona transmite, esforzándose por
ponerse en su lugar y "leer" lo que siente. Si mientras hablas
alguien, estás más pendiente de tus propias palabras, de lo que dirás después,
de lo que hay a tu alrededor o de ciertas preocupaciones que rondan tu mente,
tu capacidad para "leer" a la otra persona no será muy alta.
Pero la
empatía es mucho más que saber lo que el otro siente, sino que implica
responder de una manera apropiada a la emoción que la otra persona está
sintiendo. Es decir, si alguien te dice que acaba de romper
con su pareja y tú sonríes y exclamas "¡Qué bien!", no estás
dando una respuesta muy empática.
La falta de
empatía
La falta de
empatía puede verse a menudo al observar las reacciones de los demás. Cuando
una persona está principalmente centrada en sí misma, en satisfacer sus deseos
y en su propia comodidad, no se preocupa por lo que los demás puedan estar
sintiendo y no tiene una respuesta empática ante ellos. Es la madre o padre que
responde con un "mmm" indiferente, cuando su hija pequeña le enseña
con entusiasmo su último dibujo, sin percibir la decepción de la niña al ser
ignorada. Es el marido que llega a casa cansado del trabajo y se sienta a ver
la tele mientras espera que su esposa, que también llega cansada del trabajo,
se ocupe de hacer la cena y de bañar a los niños. O es la persona que dice no
importarle si hay calentamiento global o si estamos contaminando el ambiente
porque considera que ya habrá muerto cuando todo eso sea un verdadero problema.
El único
modo de hacer que el mundo sea cada vez más empático y no al revés, consiste en
que cada persona se esfuerce por ser más empática, prestando más atención a los
demás, a sus emociones, a lo que pueden estar sintiendo o pensando, o cómo les
afecta lo que dices o haces.
El desarrollo de la empatía en
los niños
Aunque todas
las personas nacemos con la capacidad para ser empáticos, la empatía es algo
que también debe enseñarse a los hijos. Así pues, son las madres y padres y, en
general, cualquier persona que se relacione con los niños, quienes pueden
ayudarles a desarrollar esa capacidad de empatía o, por el contrario,
frustrarla creando niños demasiado centrados en sí mismos.
Los niños
que son empáticos no solo mantienen mejores relaciones con los demás,
incluyendo familiares y amigos, sino que también tienden a rendir mejor en el
colegio así como en sus profesiones al llegar a adultos.
La empatía
no implica solamente ser capaz de saber lo que otro siente o piensa. Al fin y
al cabo, una persona especialmente hábil para detectar lo que piensan y sienten
los demás, puede usar este conocimiento para manipularlos, lo cual no es muy
empático. Para considerar que una persona es empática hace falta también que
sea capaz de entender, valorar y respetar los puntos de vista y emociones de
los demás, aunque sean diferentes a los suyos. Por tanto, es una mezcla de
compasión y capacidad para ponerse en el lugar del otro.
Para
empatizar con otra persona es necesario que los niños:
- Entiendan que los demás pueden tener pensamientos y emociones diferentes a los suyos, así como reconocer que existen emociones que son comunes a todos; es decir, que todos podemos sentir felicidad, ira, tristeza, decepción, etc.
- Sean capaces de identificar sus propias emociones y manejarlas sin sentirse superados por ellas.
- Aprendan ponerse en el lugar del otro, imaginar lo que sentirían ellos en esa situación y darse cuenta de que la otra persona puede sentir lo mismo.
- Por último, deben saber cuál es la respuesta más apropiada en una determinada situación para actuar de forma empática.
El
desarrollo de la empatía
Alrededor de
los seis meses de edad, los niños empiezan a mirar a sus padres como referencia
para saber cómo comportarse en distintas situaciones. Por ejemplo, si sus
padres reaccionan de manera amistosa ante una persona que llega a casa, los
niños se dan cuenta de que se trata de una persona en quien pueden confiar.
Entre los 18
y los 24 meses de edad, los niños empiezan a darse cuenta de que, al igual que
ellos tienen sus propias emociones, pensamientos e ideas, los demás tienen las
suyas propias. A esta edad empiezan también a reconocerse en el espejo y darse
cuenta de que son personas independientes y separadas de los demás.
Aunque
alrededor de los dos años de edad ya se dan en los niños ciertos
comportamientos que podrían llamarse empáticos, como dar su juguete a alguien a
quien ve llorar, no es probable que realmente compartan la emoción de la otra
persona. Sobre los cuatro años, los niños comienzan a asociar sus emociones con
los sentimientos de los demás y son capaces de sentir el dolor que sienten
otros. Lo que puede que no hagan muy bien a esta edad es responder de una
manera apropiada ante el dolor ajeno. Por ejemplo, un niño que ve que otro se
ha golpeado y está llorando puede ir a consolarlo al sentir su dolor, pero otro
puede golpearle porque siente el dolor de otro niño y se siente mal,
considerando al otro como la fuente de su malestar.
A partir de
los 5 años, se pueden usar también situaciones hipotéticas para desarrollar la
empatía de los niños. Y a partir de los ocho años ya son capaces de entender
que una persona puede sentir algo diferente a lo que sentiría él o ella en la
misma situación, de manera que puedes ayudar a tu hijo a desarrollar este
aspecto más complejo de la empatía preguntándole, por ejemplo, que cree que
sentirían cada uno de sus amigos en diversas situaciones (por ejemplo, al
hablar en clase, antes de un examen, si alguien les llama tontos, etc.).
Qué puedes
hacer para ayudar a tus hijos a ser más empáticos
1. Sé
empático con tus hijos. Tus hijos te van a observar para ver cómo reaccionas e imitarán tu
comportamiento. Si demuestras al niño o niña que lo entiendes, sabes reconocer
sus necesidades y responder a ellas, muestras interés en él o ella y en su
vida, respetas su personalidad, lo tratas bien y lo valoras, le estarás
enseñando también cómo comportarse con los demás. Los niños que se sienten
queridos y valorados tienden a valorar más a los demás. Los niños con una vinculación
segura con sus padres (que se sienten protegidos, queridos y piensan que
tienen a alguien que estará siempre ahí cuando lo necesiten), tienden a ser
también más empáticos y mantener relaciones más satisfactorias.
2. Enséñales
que ser amable es importante. Si tan solo les enseñas a tus hijos que lo más
importante es que sean felices y que consigan lo que quieren, podrías estar enseñándoles
a ser egoístas. Aunque ser feliz es importante, también lo es tratar a los
demás con amabilidad, ser compasivos y tolerantes. El mejor modo de enseñarles
a ser amable es que lo seas tú con los demás y con tus propios hijos.
3. Haz que
practiquen. Por
ejemplo, si tu hija te cuenta que un compañero de clase es rechazado por los
demás, podéis hablar de ese niño, de cómo se puede estar sintiendo y de cómo
debería actuar tu hija en esa situación. Así, puedes aprovechar las situaciones
de la vida diaria, como los problemas entre hermanos o circunstancias
escolares, para hablar con ellos y enseñarles empatía.
4. Recuerda
que la verdadera empatía no se da solo con la gente que te cae bien. Es más fácil ser empático con
personas de tu entorno a quienes tienes cariño o que comparten tus mismas
circunstancias. No obstante, la verdadera empatía es universal e implica
también a personas muy diferentes a ti, de distintas clases sociales, razas,
creencias, etc. Por tanto, habla con tus hijos sobre los sentimientos de estas
otras personas. Por ejemplo, al ver a un mendigo en la calle, puedes
preguntarle a tu hijo qué cree que lo ha llevado a esa situación, qué puede
estar sintiendo y pensando, que cree que desearía, etc.
5. Ayuda a
tus hijos a reconocer, entender y manejar sus propias emociones. Habla con ellos de lo que sienten,
animándoles a reconocer y describir sus emociones y expresarlas de un modo
adecuado. Por ejemplo, si entra en casa corriendo y se encierra en su
habitación dando un portazo, puedes animarle a que exprese con palabras lo que
ha pasado y lo que está sintiendo, así como a relajarse y buscar soluciones. Si
un niño se ve demasiado abrumado por sus propias emociones, no tendrá energía
suficiente para ser empático o para preocuparse por lo que sienten los demás.